miércoles, 4 de noviembre de 2015



AMELIA DENIS DE ICAZA (1836-1911)
Nació en la ciudad de Panamá el año de 1836. Su padre era de origen francés, y su madre panameña. Desde pequeña tenía mucha afición a la literatura y hacía poesías llenas de un natural encanto, sin ningún artificio estudiado, como cantan los pájaros. Colaboró siendo muy joven en el periódico que editaba su padre, Don Saturnino Denis, en Panamá.
Recibió su primera instrucción primaria en la Primera Escuela elemental de niñas, en el barrio de Santa Ana. Pero su formación cultural la debió al hogar y al propio esfuerzo. Doña Amelia se encuentra, en efecto, entre los poetas noveles que se estrenaron desde las columnas de "La Floresta Istmeña".
Contrajo dos uniones conyugales; del primer matrimonio tuvo varios hijos, de los cuales podemos mencionar a Doña Julia Ramírez de García; del segundo sólo tuvo una hija, Doña Mercedes Icaza de Espinosa, casada en Nicaragua.
Habiéndose casado su hija Mercedes, con el caballero nicaragüense Don Ponciano Espinosa, su esposo Don José María Icaza acompañó a su hija a Nicaragua, donde murió a los pocos meses, y es por este motivo que Doña Amelia Denis v. de Icaza, la sublime poetisa, se trasladó a Nicaragua en 1894 donde vivió el resto de su vida al lado de su hija y de sus nietas que trataron con su cariño hacerle más llevadera la ausencia de su patria y de los suyos. Aquí fué muy apreciada por toda la sociedad, donde compuso muchas poesías dedicadas casi todas a personas de su especial simpatía.
Según cuenta María Albertina Gálvez, escritora guatemalteca, Doña Amelia vivió en Guatemala más de dos décadas. Allí colaboró en varios periódicos importantes, entre ellos el "Trabajo" y especialmente en el "Bien Público", hizo relaciones literarias, y popular su nombre y el seudónimo de "Elena".
Doña Amelia es, en la historia de nuestra literatura, la primera mujer que escribe versos. Empero, su importancia no estriba en eso. En postura desventajosa respecto de sus compañeros de generación por virtud de las dificultades que limitaron su acceso a la cultura, su poesía se distingue por un profundo contenido social. Doña Amelia vive en permanente polémica con la sociedad. La injusticia, la hipocresía le hieren de modo particular. Aparte el tema social, su musa no tiene gusto más que para las expansiones domésticas.
Su verso es espontaneidad del momento, respuesta a la sugestión de un instante. Para Doña Amelia no hay problemas poéticos, ni sabe ella de la lucha por lograr la expresión exacta y bella, el justo matiz del pensamiento. Precisamente en esa facilidad para darse, en su ingenuidad poética, está su mayor virtud. Y ello nos explica lo mejor de su obra, su fuerte contenido político y social. Sorprende el tono de sus poesía, consideradas la sociedad y la época en que le tocó vivir. Personaje de un escenario limitado, donde el uso de la "Puerta de Tierra" indicaba la persistencia de antagonismos sociales, su canto debió parecer blasfemia o incómodo desenfado a los oídos de cierta gente. Con versos declamatorios que a ratos suenan a panfleto, Doña Amelia va pidiendo justicia para todos, fustigando remilgos, exaltando el trabajo y aun solicitando de dos pueblos sureños en guerra -Chile y Perú-, pongan fin a una lucha para ella insensata por ser lucha entre hermanos.
Tanta rebeldía social, temperamento tan pronto, a la contienda no podían ser indiferentes a los afanes y dolores de la nacionalidad. Natural así que, cuando, ya en las lindes de la senectud, Doña Amelia visita su tierra en 1906, con el objeto de ver a su hija Julia y a sus dos hermanas Matilde Denis y Mercedes Denis v. de Miró, frente a la nueva realidad política, que hipotecaba a una nación poderosa parte del territorio nacional, se sienta herida en su intimidad. Llena de añoranzas y tristes presentimientos escribe entonces las melancólicas estrofas de su canto "Al cerro Ancón", poema que cierra felizmente el ciclo romántico y asegura a la poetisa su definitivo ingreso a nuestro Parnaso.
Murió en Managua, Nicaragua, el 16 de julio de 1911, luego de una vida apasionada y generosa en desdichas, según se desprende del contexto de sus poesías. Fué muy llorada y sentida por sus numerosas amistades que guardan todavía el recuerdo imperecedero de la inmortal poetisa.





Poesías de Amelia D. Icaza

En sus poemas se describe un especial patriotismo y sinceridad; con un fuerte contenido político y social donde polemiza con la sociedad de manera tajante. Su poema más importante es Al Cerro Ancón, en donde muestra su disgusto por la creación de la Zona del Canal, por los Estados UnidosOtros poemas fueron Amor de Madre, A la muerte de Victoriano Lorenzo, A Panamá, Bien Público, Dejad que pasen, El llanto de una hija, El Trabajo, Hojas Secas, Patria, Puerta de Tierra.







  Amor de Madre

Amor inmenso, sin igual, profundo,
amor bendito que en el alma siento,
a quien le rinde adoración el mundo,
presta a mi lira tu celeste acento.

Presta a mi lira enlustrecida y triste
el suave aroma que de ti se exhala,
que ha tu recuerdo el corazón se viste
para cantarte de vistosa gala.

Amor del alma, sentimiento santo,
blanca, entreabierta flor de la natura,
tú cubres la mujer de regio manto
y la colocas en sublime altura.

Que no hay ternura igual a tu ternura,
sentimiento purísimo y bendito;
ni hay para la mujer mayor ventura
que de un hijo escuchar el primer grito.

Compensación suprema que el Eterno
otorga a la mujer compadecido:
la gloria puso al lado del infierno
y al lado del dolor el bien querido.

Cuando entregada a dolorosa angustia,
una mujer padece sin consuelo,
como la flor abandonada y mustia
que rueda a la ventura por el suelo.

Cuando llora tal vez desesperada
teniendo en el pesar los ojos fijos,
cuando al bajar incierta la mirada
ve alrededor sonriéndole sus hijos.

Entonces ¡Oh gran Dios! cambiase en risa,
su supremo dolor, todo lo olvida,
con el materno amor se diviniza
y en su pecho los junta estremecida.

Perdón Señor! exclama arrepentida
yo debo bendecirte noche y día,
que tú quisiste embellecer mi vida
con ese amor, llenando el alma mía.

Amor de madre!....el universo entero
se siente con tu aliento embalsamado,
único amor sin mancha y verdadero,
sin porvenir, presente ni pasado.

Amor que nada pide, nada espera,
que de si mismo satisfecho vive,
que la infeliz impúdica ramera
como sagrada redención recibe.

Amor de madre en la modesta choza,
en la humilde casita del obrero,
del rico en la mirada voluptuosa,
amor, amor del universo entero.

Ama la madre el hijo cuando siente
que su seno de un ser está animado,
lo idealiza, lo sueña, lo presiente,
mientras llega el instante tan deseado.

Nace, y al contemplarlo temblorosa,
en la embriaguez de su pasión inmensa,
lo abraza, lo contempla, lo reboza,
loca lo adora y en amarlo piensa.

Las noches pasa en inquietud constante,
olvidando su propio sufrimiento,
lo mueve, lo acaricia palpitante,
y se inquieta al más leve movimiento.

Pasan los años y el hermoso niño
crece, arrullado por su amor de madre,
y le forma un edén con su cariño,
y más le adora si le falta padre.

Si sola tiene que velar su suerte,
con que empeño tan tierno lo ha criado!
se juzga grande, se contempla fuerte,
y olvida su dolor y su pasado.

Con frente erguida en su morada pobre
a Dios le dice de esperanza llena,
Señor, Señor, que tu bondad le sobre
para él la dicha, para mi la pena.

Si el niño ingrato el abnegado empeño
de la madre infeliz olvida un día,
ella, intranquila, velará su sueño,
a Dios alzando su plegaria pía.

Y siempre lo amará!....bendito sea
el amor de una madre, sin segundo
sentimiento del alma, que campea
con todos los amores en el mundo.

Ama la madre al ser a quien da vida,
como la casta virgen a Jesús,
es el hijo la antorcha de su vida
su fe cristiana, su fulgente luz.

Hijo, dice la madre desgraciada,
hijo, dice también la noble esposa;
hijo, Repite en la modesta choza
la ignorante mujer asalariada!

¡El mismo grito en toda la natura!....
grito que a Eva pobre y maldecida,
la hizo feliz en su morada oscura,
que fue con este grito embellecida.

Amor de madre religioso y santo,
sol que alumbra mi espíritu abatido,
por ti secóse mi ardoroso llanto,
y la tierra en Edén se ha convertido.

¡Con mis hijos la vida es tan hermosa!....
quiero vivir para gozar con ellos,
velar por su existencia cuidadosa,
y trenzar sonriendo sus cabellos.

Besar sus ojos, que mi ser reflejan
a mi pecho estrecharles conmovida,
llamarlos en la noche si se quejan,
y que me llamen madre: ¡Esta es la vida!

¡Gracias! ¡gracias! Señor Omnipotente
gracias porque me diste ese tesoro!
también mis hijos doblarán su frente
para adorarte como yo te adoro!




PATRIA


Oh Patria idolatrada, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independiente.

¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.

Oh virgen, yo soñaba tu porvenir de gloria,
mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, la noble víctima de odiosa tiranía.

¿Qué has hecho? no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada,
tu rico y albo manto con saña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.

¿Qué has hecho de tu gloria, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.

De aquellas blancas flores que el cielo nos ha dado
que forman de la istmeña justificable orgullo,
'la flor del Santo Espíritu' de aroma delicado,
que lleva una paloma guardada en su capullo.

¡Oh! guarda Dios piadoso! mis flores adoradas,
que nunca los extraños profanen su hermosura,
¡guárdalas Ser Supremo! que vivan ignoradas,
que no llegue a tocarlas ninguna mano impura.

Y tú siempre tan bella, tan noble, Patria mía,
de todos admirada, de todos pretendida,
aliento y esperanza mi corazón te envía,
mi blanca flor istmeña del tallo desprendida.

Qué triste, sí, que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.

Aquel mi pobre pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.

Desesperada lucha, Colombia, y tú tan fuerte
contra el pequeño pueblo, la perla de tus mares,
contra ese pueblo libre, y heroico hasta la muerte,
que hiciste de tus hijos? ¡hay luto en sus hogares!

Y sin embargo lloro, flameando está orgulloso
el lábaro que alzaron allá en mi patrio suelo;
pero ese no es el mismo que conocí glorioso,
que como santa enseña, me presentó mi abuelo.

¡Oh pueblo de Colombia, tú no eres responsable,
que fresca está la tumba del noble San Clemente,
de aquel anciano digno, patriota venerable,
que por el voto unánime, subió de Presidente.

Palacio de San Carlos, vistierónte de duelo,
con un crespón ataron tu liberal enseña,
un ángel te guardaba, tendió por fin su vuelo
y con sus blancas alas, cubrió la faja istmeña.

Escucha Ser Supremo, la súplica ferviente,
que mi alma de rodillas eleva ante tu altar,
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llegue a profanar.

Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,


ni su soñada gloria como la flor de un día.




Al Cerro Ancón
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!



ESTRUCTURA INTERNA


En la estructura interna la poeta Amelia Denis De Icaza, nos habla sobre que el cerro Ancón situado en el corregimiento del chorrillo, en el pasar de los años ha visto las aflicciones por las que ha pasado la poeta, haciendo auge a esto utiliza al cerro Ancón para sellar ese para de los años.


ESTRUCTURA EXTERNA
En su estructura externa la poesía de Amelia Denis de Icaza "Al Cerro Ancón" se divide en 12 estrofas, 48 versos y su ritmo lírico es A B A B en su gran mayoría. Su tipo de composición es poética y sus versos son dodecasílabo, en algunos casos son endecasílabo.

Infografía
Amelia Denis de Icaza (n.d) recuperado el dia 30 de octubre del 2015 en la página  http://panamapoesia.com/pt14.htm

Bost, L. (2008) Categoría:Poesías de Amelia Denis de Icaza. Recuperado el día 1 de noviembre del 2015 en la página https://es.wikisource.org/wiki/Categor%C3%ADa:Poes%C3%ADas_de_Amelia_Denis_de_Icaza

Amor de Madre, por Amelia Denis de Icaza (n.d) 

 recuperado el día 2 de noviembre del 2015 en la página http://panamapoesia.com/pt14pm03.htm

Bost, L. (2008) Al Cerro Ancón. Recuperado  el día 2 de noviembre del 2015 en la página https://es.wikisource.org/wiki/Al_Cerro_Anc%C3%B3n
 

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